jueves, 4 de febrero de 2010

2° Etapa- Perito Moreno, Cueva de las Manos, Lago Posadas

Tempranito en la mañana arrancamos rumbo a la Cueva de las Manos, unos cuantos kilómetros de asfalto nuevito nuevito nos llenó el rostro de sonrisas, aunque sabíamos que allí nomás la 40 nos esperaba con toda su carga de leyenda. La noche anterior quemamos unas milanesas y llevábamos todo el equipamiento para almorzar en el Centro de interpretación,unos argentinazos sanguches de milanga que a todo el mundo conforman y confortan. En la ruta cruzamos un gringo en bici que venía, dale y dale a la pedaleada con ese extraño placer del extranjero de sufrir viajando, antes de llegar al desvío que nos llevaría a las cuevas nos detuvimos, parada técnica y fotos; nuestros amigos guías, la familia Suarez, viajaba con Isis, una hermosa gatita cachorra toda negra que pedía pis y estirar las piernas. Admiramos el imponente cerro Poivre en lontananza, y Cacho me contó que ahicito nomás, a la vuelta del Poivre estaba el Cañadón del Rio Pinturas.
Un poco más de saltitos ripiosos, guanacos, choiques en abundancia y un paisaje increíble barranca abajo. El Gualicho hubiera suspirado de haber sido humano, y hubiera dicho "por ahi tengo que bajar?", tranqui tranqui fuimos descendiendo, en fin, la subida será otra cosa (y así fue).
A la una salía el siguiente grupo, donde iríamos nosotros; así que dimos plena cuenta de las milangas y al apetito de los concurrentes no les importó demasiado que estuvieran un tanto resecas. Luego de juntar energía y ponernos unos cascos muy sentadores, que deberíamos sostener con las manos -el viento los quería al fondo del barranco- salimos al recorrido.
Es un lugar común describir lo impactante que es ese lugar. 9000 años o más nos separan de esa gente que allí habitaba, que allí vivía y hacía arte, en fin...el hombre toca las puntas de los dedos del hombre en ese sitio; lo que más me emocionó fue ver las manitos de los niños estampadas en la piedra, y una figura (capáz que la vi yo sola con Kevin) de un guanaco revolucionario que corría él a sus cazadores (una escena realista, por otra parte, debe haber pasado alguna vez).
Terminamos la caminata y el tiempo (no cronológio sino atmosférico) nos corre, unas gotas nos recuerdan que tenemos muchos kilómetros de ripio por delante. Pican al frente los Suarez y el Gualicho encara la subida. Pero es un vehículo muuuuyyyy largo, y en una curvita con repechaje, se clava. No sube.
Tato transpira y recuerda que tenemos frenos de emergencia (al precipicio no nos vamos a ir, gracias Gustavo!!) la segunda se niega a entrar. Carga aire para que destrabe el freno de emergencia, y nada...Tato transpira más. Mis suegros y yo permanecemos en silencio. Yo decido abrir la puerta y me bajo. Ahí veo qué pasa. La parte de atrás del Gualicho, donde va la rueda de auxilio, está clavada en la tierra y traba la rueda. Entonces no tracciona. Le cuenta a Tato qué pasa y ahi, ya más tranquilo, pone primera, segunda, y salimos....psss, respiramos. Los chicos se habían quedado con su auto en la parte de arriba, esperando y viendo qué hacían, si bajaban a ver qué pasaba, con el riesgo de no poder dar vuelta, etc...ya pasó, seguimos viaje.
Pasamos Bajo Caracoles porque la llovizna seguía, tomamos la ruta al Lago Posadas y mi suegra seguía acribillando al paisaje con el botón de la cámara de fotos.
Llegamos a Lago Posadas, ya había salido el sol, yo hago mi vuelo, mi viaje literario recordando el libro de María Brunswig "Allá en la Patagonia", al llegar la familia de Alemania fueron a vivir allí, a un lugar inhóspito pero bellísimo. Es ahora un pequeño pueblo, de cuatro manzanas por cuatro manzanas, de gente amable y hospitalaria, como el señor del camping donde paramos, un bello refugio...descansar, hacer planes para el día siguiente y a dormir de un día plagado de emociones...
CONTINUARÁ

1 comentario:

  1. excelente y entretenido relato Claudia!!!, ojalá pronto hagamos otra travesía por aquí y podamos conocer lugares que nos quedaron en el tintero!!

    ResponderEliminar